Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Friday, August 20, 2010

Cerezos en flor (D.Dörrie - 2008) 7.5/10


Sobre el tiempo que pasa, sobre la muerte. Muerte en vida de las relaciones que descuidamos, vida en la muerte. Sobre el deseo de revivir lo que perdimos, personas o instantes.

Ficha IMDb

Claramente la película tiene dos partes. Una que corresponde a la vida normal, la gente normal, con comportamientos normales. De todos los días. Cuando no se presta atención. Matrimonio que no comunica mucho, aunque se aman profundamente. Hijos adultos que no tienen demasiado tiempo ni espacio para sus padres. Una mujer que sacrificó todo lo que amaba para su esposo, sin que él o sus hijos lo entendieran. Paradójicamente, quien mas entiende a la mujer son las dos nueras, tal vez porque no están contaminadas por la dinámica familiar (como lo revela el incidente de la mosca que la esposa del hijo mata durante la cena, lo que lleva toda la familia a la recitación obligada de un poema).

La secunda parte es la parte de la vida de los muertos. Y para encontrar a los muertos, hay que ir lejos. Volver al país de origen de la madre, Trudi, que quería ser bailadora de Butoh, país al que siempre quiso ir, no solamente para ver al hijo preferido, pero también para encontrarse a si misma.

Después de un itinerario de introducción a Japón que va de lo mas superficial ( esperar al hijo en un restaurante tomando cerveza, entrar a salones de strip tease o de masaje, perderse en las calles de Tokio ) a lo mas meditativo ( contemplar las flores de cerezo ), el padre lleva a su esposa muerta a conocer el país que nunca vió. Tratando de entender adonde fue el espíritu de la muerta, la alberga en si: cocina y atiende la casa como ella lo hacía, viste su ropa y la lleva a ver las flores y el Monte Fuji. El encuentro con Yu, una joven danzante de Butoh le ofrece un medio de comunicación con las sombras. El Butoh es hacer palpable la presencia de los muertos en el interior de cada uno de nosotros.

Como las flores de cerezo duran pocos días, las apariciones del Monte Fuji son fugaces. Hay que esperarlo durante días. Pero cuando aparece, con su cima blanca sobre el cielo azul, su forma se acerca a la perfección. Parece eterno.

El acercamiento progresivo de Rudi, el esposo, a la eternidad, se realiza en escenas que parecen sacadas de videos familiares, con escenas de padres paseando con hijos en el río, de escaleras y andenes del metro, de viaje en Shinkanzen, de desayuno en el Ryokan, de cómo vestir el kimono de los hoteles. Hasta la noche en que finálmente, el Señor Fuji se digna en dejarse ver. En una secuencia de poesía pura, Rudi, maquillado como danzante de Butoh, vestido del kimono de su esposa, baila frente al Monte y a su reflejo en el lago. Y su esposa viene a bailar con el. Y nos parece completamente normal. Es el desenlace esperado y merecido, es el final del viaje, exterior e interior de Rudi en su búsqueda de su esposa.

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