Spoiler Alert

Mas que una invitación a ver, o no ver, una cinta, buscamos entablar un dialogo que enriquezca la experiencia cinematográfica. Asumimos que quienes lean un artículo han visto ya la cinta: no podemos discutir sin revelar el final. Si la película te interesa pero no la has visto, mejor para ti, y para todos, que regreses después de verla. Así la discusión es más a gusto.

Thursday, October 18, 2012

Margin Call (J.C Chandor , 2012) - 7.5/10

  El precio de la codicia, titular menos técnico que el original inglés, parece ser otra película sobre las intenciones retorcidas de los banqueros. Pero no se interesa en las vidas personales de sus protagonistas. Simplemente, muestra los mecanismos de un sistema de dominós al que se trata de detener, no por razones morales o humanas. Por puro cinismo. Un momento de crisis. Intensa pero breve. Algunos daños colaterales antes de volver a la normalidad. Diálogos breves, punzantes. Actuaciones depuradas, eficientes. No sobra nada. 

Ficha IMDb

El director optó por usar efectos muy sencillos, diálogos reducidos. Y esta simplicidad hace más efectiva cada una de las escenas. El simbolismo no está ausente, en particular en estas tomas de las ciudad, allá abajo, donde viven los hombres, los que no saben que tormenta les están preparando los de arriba. Nueva York, de día o de noche, vive su vida mientras en unas oficinas con amplias ventanas se toman decisiones sobre una realidad virtual, decisiones que tienen consecuencias sobre la realidad diaria de los inocentes.

Simbólica también la escena final de Sam (Kevin Spacey) , cavando un hoyo, en el jardín de su ex esposa, para la perra que se murió justo antes de que se desatara la crisis. Los golpes de la pala, que se siguen oyendo, mientras desfilan los créditos finales sobre pantalla negra, son el entierro de un sistema de valores, de un sistema económico. Es el fin de un cierto sueño, donde el hombre trabajador y honesto podía construir un patrimonio con confianza en los bancos.

Concentrada en un lapso de un poco más de 24 horas, la narración avanza implacablemente: se descubre el problema, se buscan soluciones para salvar a la compañía. La noticia sube los escalones y los pisos de la hierarquia. Hasta el techo del rascacielos inclusive, donde se platica sobre los salarios extraordinarios de los altos mandos y de la irresponsabilidad con la cual van dilapidando un dinero adquirido demasiado rápido, y de una forma totalmente desproporcionada con el trabajo desempañado. O con la calificación del empleado. Tal vez hasta con su inteligencia.

La sucesión de las juntas, subiendo cada vez de nivel , y de piso, permite ver que los más eficientes y preparados no están en la cima. Están en las oficinas de abajo. Inclusive, el más perspicaz de todos es él a quien se despidió, al principio de la tarde, de una forma inhumanamente expedita. En cosa de diez minutos, Eric Dale (Stanley Tucci) es convocado por los profesionales del despido, se le propone un convenio ,que no puede rechazar y lo acompañan, directito de su escritorio a la puerta, con la caja de cartón donde metió sus efectos personales , bajo supervisión. Desfile de empleados con cajas, bajando, saliendo del edificio como ratoncitos empujados afuera de una casa.

Quien toma su lugar, un poco apenado pero también aliviado, es Peter Sullivan (Zachary Quinto, ex Zylar de la serie Heros ), entrenado por el mismo Dale . Sigue con la información que este le dio al salir y descubre el problema: la llamada de margen ("Margin call" del título) no ha sido bien calculada y la compañía está perdiendo dinero rápidamente con las ventas del nuevo contrato de seguro. Las sucesivas juntas, primero con Jared Cohen (Simon Baker), y después en lo más alto del edifico con el CEO en persona John Tuld (Jeremy Irons) van a dar a conocer la trayectoria de este ingeniero de MIT , llegado a las finanzas porque paga mejor que la investigación. En una escena muy inteligente del punto de vista narrativo, el gran jefe le pide explicarle la situación como a un niño, dado que, como es muy conocido, "no ha llegado a su posición por su cerebro". Este recurso permite explicarle al espectador que está pasando y porque tanta urgencia.

El movimiento vertical, de arriba hacia abajo, o al revés, es permanente. Se sube a las juntas, o a esperar al helicóptero del CEO, se baja a la calle por un café mientras se esperan reportes o planes con costos concretos. Se sienta uno en una banca para hablar de su vida o en una escalera, al ras del mundo normal, para contar lo que uno ha hecho para facilitarles la vida a los hombres (el puente que Dale ha construido en su estado natal, y que permite ahorrar millones de horas-hombre de transporte).

Genial la escena del elevador entre Cohen y Sarah Robertson (Demi Moore), discutiendo estrategias financieras a altas horas de la madrugada , de cada lado de la señora de la limpieza, quien llega a tomar su turno normal de trabajo, hablando como si ella no estuviera ahí. Una escena, en un plano fijo que se eterniza, que simboliza la yuxtaposición de dos mundos que no pueden interactuar.

Ironía de la escena de Sam, al principio de la cinta, llorando en su oficina después de los despidos. ¿Acaso por remordimiento? No, su perra se está muriendo.

Cinismo de la comida de Tuld, después de la venta de liquidación de las acciones. Descansando por fin después del trabajo de los demás, solo en su mesa del comedor ejecutivo, con manteles blancos, grandes ventanales. Frente a un Sam agotado, deshecho, decido a renunciar. El cuadro no permite ver el contenido del plato pero Jeremy Irons usa el cuchillo con fuerza y mastica enérgicamente. Visiblemente está devorando un grueso steack que uno imagina de carne muy roja.

Casi ofensivo, el discurso de Sam, mandando a sus agentes a vender, como lanzando unos perro a la persecución de un ciervo, o unos soldados a la batalla : si venden el 93% de su portafolio, tendrán un bono de 1 millón, si, entre todos, venden el 93 % de todas las acciones, tendrán un bono extra de otro millón. ¡De cuanto será el margen de la compañía para que pueda ofrecer tales recompensas!

Muy bien hecho, el desarrollo del día de venta de liquidación: vista fija sobre Nueva York, suena la campana de Wall Street, un reloj en la esquina inferior derecha. Pasan las horas, cambia la luz sobre la ciudad. Una voz off hace llamadas, una después de la otra; miente para vender. Y el precio de las acciones baja con cada cliente. Suena la campana de Wall Street. El día ha terminado. La venta también. Y la crisis ha sido resuelta. Para la compañía al menos. ¿Qué importan los de abajo?

¿Qué pasará con los vendedores que Sam mandó al matadero? Probablemente, al día siguiente saldrán del edificio con su cajita. No sabemos si se ganaron los millones de los bonos.





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